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Libro "Jesús y Cristo..." Capitulo 2

 LA CAÍDA

«El alma vivía en el cielo de las ideas antes de encarnarse en un cuerpo y descender a este mundo, donde es presa de la contradicción entre experiencia sensible y experiencia inteligible».

Platón

«Pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias del campo hiciera Jehová Dios, dijo a la mujer: ¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso? Y respondió la mujer a la serpiente: Del fruto de los árboles del paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del paraíso nos ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir. Y dijo la serpiente a la mujer: No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal. 

Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió. Abrieronse los ojos de ambos, y viendo que estaban desnudos, cosieron unas hojas de higuera y se hicieron unos cinturones. Oyeron a Jehová Dios, que se paseaba por el jardín al fresco del día, y se escondieron de Jehová Dios el hombre y su mujer, en medio de la arboleda del jardín. Pero llamó Jehová Dios al hombre diciendo: ¿Dónde estás? Y éste contestó: Te he oído en el jardín, y temeroso porque estaba desnudo me escondí. ¿Y quién, le dijo, te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol que te prohibí comer? Y dijo el hombre: La mujer que me diste por compañera me dio de él y comí. Dijo, pues, Jehová Dios a la mujer: ¿Por qué has hecho esto? Y contestó la mujer: La serpiente me engañó y comí. Dijo luego Jehová Dios a la serpiente:

Por haber hecho esto, Maldita serás entre todos los ganados y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu pecho y comerás el polvo todo el tiempo de tu vida.

Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; éste te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañal.

A la mujer le dijo:

Multiplicaré los trabajos de tus preñeces. Parirás con dolor los hijos y buscarás a tu marido, que te dominará.

Al hombre le dijo: Por haber escuchado a tu mujer, comiendo del árbol que te prohibí comer, diciéndote no comerás de él: Por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida; te dará espinas y abrojos y comerás de las hierbas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has sido tomado; ya que polvo eres y al polvo volverás.

El hombre llamó Eva a su mujer, por ser la madre de todos los vivientes. Hízoles Jehová Dios al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.

Díjose Jehová Dios: He ahí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del bien y del mal; que no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él, viva para siempre. Y le arrojó Jehová Dios del jardín del Edén, a labrar la tierra de que había sido tomado. Expulso al hombre y puso delante del jardín del Edén un querubín, que blandía una flameante espada para guardar el camino del «árbol de la vida».

Génesis 3

Así es cómo aparece en el Génesis «la caída». La interpretación tradicional, tanto en el judaísmo como en el cristianismo, afirma que el pecado original cometido por nuestros primeros padres fue el de la desobediencia, hecho que produjo la expulsión del Edén y la entrada en el mundo de la enfermedad, el dolor y la muerte. 

El cristianismo exotérico, por su parte, sostiene que esta pérdida del Paraíso Terrenal sólo será recuperada por los que acepten a Cristo y sean bautizados en su nombre. Pues Cristo ha redimido al hombre de este pecado original mediante su sacrificio en el Gólgota.

La interpretación esotérica espiritual, aun admitiendo lo anterior, aporta los pormenores de esta caída y la redención crística. No la toma al pie de la letra, sino que entiende que, la narración bíblica, al igual que ocurre con el tema de la Creación, esconde un trasfondo que se deja ver a la luz de los conocimientos ocultos.

Según coinciden los que pueden leer en la Memoria de la Naturaleza, Adán y Eva no fueron dos personas, sino el nombre alegórico de toda la Humanidad en su conjunto (masculina y femenina) que habitaba la Tierra en ese momento determinado. Kabaleb va más lejos, sostiene que las letras ADN, que forman el nombre de Adán significan en realidad el «Genero Humano». Eva es la parte del ser humano encargada de transmitir la vida. Por tanto, Adán y Eva no son dos nombres que pertenezcan a dos personas, sino el nombre genérico dado a la Humanidad en su conjunto por el vidente del Génesis.

Cuando se inició el Periodo Terrestre, la Humanidad comenzó su recorrido a través de distintas rondas donde realizó recapitulaciones de los Periodos anteriores (recapitulación del Periodo de Saturno, Solar y Lunar, en la 1ª, 2ª y 3ª rondas respectivamente). A partir de aquí entramos en la cuarta ronda e iniciamos los distintos Ciclos, denominados Ciclo Polar, Hiperbórea, Lemúrica y Atlante. En el Ciclo Post-atlante (en el cual nos encontramos) es cuando se iniciaron los trabajos del Periodo Terrestre. Es aquí, en este Ciclo, donde hemos alcanzado la autoconciencia.

Cuando la Humanidad atravesó la época de Lemuria fue cuando se produjo lo que se conoce como «La caída terrenal». Antes de eso, la conciencia del hombre no estaba enfocada en el mundo físico, sino que lo percibía, más o menos, como ahora lo hacemos con algunos sueños. El hombre en ese estado de conciencia era inconsciente de la propagación, el nacimiento y la muerte. Con la conciencia enfocada hacia adentro (exactamente al revés que ahora) las cosas físicas se percibían, por así decirlo, de forma espiritual, es decir, el mundo espiritual era más real que el mundo físico.

En ese punto de su desarrollo entraron en escena los «luciferes», seres pertenecientes a la oleada de vida angélica pero que se habían quedado rezagados.

En toda oleada de vida hay quien avanza más deprisa y quien se queda rezagado. Los rezagados de nuestra Humanidad actual son los antropoides.

Los luciferes, al haber quedado atrasados con respecto a los demás de su oleada de vida, se encontraban en una difícil situación. Por un lado, no podían funcionar en un cuerpo vital de la forma en que lo hacen los ángeles; por otro, tampoco podían obtener conocimiento que les permitiera avanzar en el camino evolutivo sin un órgano interno que se lo proporcionase. Se hallaban, entonces, entre el hombre, que sí tenía ese órgano: el cerebro, y los ángeles, que no necesitaban ningún órgano para obtener conocimiento. Desde esta delicada situación decidieron que utilizarían el cerebro del hombre para, a través de él, proseguir su trabajo evolutivo beneficiándose de las experiencias humanas a medida que el hombre las fuera obteniendo. En aquellos tiempos, la Humanidad, que aún no había perdido la visión del mundo espiritual, se dio cuenta de que los luciferes se alojaban en su columna vertebral (aunque, por supuesto, la columna vertebral y el cerebro humano no eran, ni por asomo, tal como son ahora, sino mucho más sutiles). Este hecho hizo que los luciferes recibieran el nombre de «serpientes», pues su forma alargada era lo más parecido a este animal. Una vez dentro de la columna vertebral y el cerebro humano, hablaron a la mujer (la humanidad femenina) a través de la imaginación. 

La Biblia lo resume diciendo que la serpiente sedujo a Eva.

Si sedujo a la mujer fue porque ésta tenía las facultades imaginativas más desarrolladas que el hombre.

Los luciferes prometieron a la mujer y, por medio de ella, al hombre, es decir, a la Humanidad, que se abrirían sus ojos y serían como dioses, conocedores del Bien y del Mal. Pero esto se produciría comiendo del fruto del árbol prohibido, fruto que les aportaría el conocimiento para llegar a ser dioses.

La investigación espiritual interpreta que el fruto prohibido hace alusión al acto generacional. La Humanidad apenas era consciente de sus cuerpos físicos. Los espíritus luciferes hicieron que los percibieran «abriéndole los ojos», es decir, enfocando su conciencia al mundo físico. A partir de ahí conocieron la muerte y el dolor. Su conciencia se obscureció para el mundo espiritual y perdieron poco a poco el contacto con sus Creadores. Antes de eso, la perdida de sus cuerpos, esto es, la muerte del cuerpo físico no producía ningún dolor ni interrupción en sus conciencias, sino que el cambio de cuerpo se vivía como el cambio de la piel en algunos animales inferiores. A partir de la pérdida del Edén, el hombre dejó de oír la voz divina y cayó bajo el imperio del deseo. En el jardín del Edén (estado anterior a la «caída») el acto de generación se realizaba en determinadas épocas del año, cuando eran propicios los astros, para que fuese en armonía con las leyes cósmicas. Esto se llevaba a cabo por los Creadores y, al hacerlo correctamente, en su época adecuada, los hijos venían al mundo sin dolor. 

Al caer el hombre bajo el imperio del deseo descubrió su capacidad generadora y el placer que va unido al acto sexual. Llevado únicamente por su deseo, y habiendo perdido todo contacto con la Divinidad, el hombre violó las normas cósmicas y ya no esperó a generar en ciertas épocas del año, sino cuando a él le apetecía, apareciendo como consecuencia el dolor.

Lo que se entiende por maldición bíblica sobre el género humano no es tal, sino la consecuencia lógica por haber violado las normas cósmicas. Jehová sabía que, como la atención del hombre estaba centrada a partir de ahora en su envoltorio físico, éste percibiría la muerte. Así mismo sabía que aún el hombre no estaba preparado para poner freno a sus pasiones y regular el acto sexual mediante las posiciones planetarias, por lo que el efecto de su ignorancia y su desenfreno sería necesariamente el dolor y la enfermedad.

Una vez que el hombre quedó sometido a la influencia luciferiana, Dios lo expulsa del Paraíso prohibiéndole comer del «Árbol de la Vida»:



«¡He aquí al hombre que ha llegado a ser como uno de nosotros por el conocimiento del bien y del mal! ¡No vaya ahora a tender su mano y tome del árbol de la vida, y comiendo de él viva para siempre» (Génesis 3:32).


En semejante circunstancia, conociendo la forma de crear cuerpos físicos mediante el acto generador y siendo imperfectos, pues todo lo que el hombre había llegado a ser desde el Periodo de Saturno había quedado sometido a la influencia luciferiana, no podía conocer el secreto de vitalizar perpetuamente su cuerpo, pues esto le habría permitido renovar constantemente su cuerpo vital, haciéndose inmortal; pero sin poder evolucionar y hacerse más perfecto, lo que solamente es posible mediante la obtención de nuevos y mejores vehículos (o cuerpos físicos) por parte del Yo Superior, y se consigue a través de sucesivas muertes y renacimientos.

Vemos así que la decisión de los Creadores de impedir el acceso al «Árbol de la Vida» a la Humanidad (infantil e imperfecta) era la única forma de evitar un mal peor. ¿Nos hemos preguntado que sería de la Humanidad si un salvaje consiguiera la inmortalidad en nuestros días? Las consecuencias para él y para los demás serían, sin duda, tremendamente desastrosas.

Hemos llegado a un nuevo estado del hombre. Anteriormente vivía feliz en el Paraíso. De haber seguido así probablemente hubiera tardado mucho más tiempo en su evolución hasta alcanzar la perfección, pero comió del Árbol el alimento prohibido para el cual aún no estaba preparado y eso precipitó su caída al mundo de los sentidos.

El hombre, llegado aquí, mediante el conocimiento del bien y del mal, obtiene libremente la enseñanza que le permite avanzar hasta alcanzar el final del ciclo evolutivo. Pero ese camino es doloroso debido a los luciferes, que necesitan obtener conocimiento por mediación nuestra, y para ello nos incitan a cometer actos desmesurados que aceleran nuestro progreso evolutivo, al hacernos avanzar, de forma descontrolada, en la comprensión de las cosas; pero esto lo conseguimos a través del dolor. 

Gracias a ellos, no obstante, hemos conseguido la individualidad y somos realmente libres. Por este servicio que, por así decirlo, nos han prestado podrán reintegrarse algún día al orden Divino.

Hay, sin embargo, un peligro que acechó a la Humanidad desde la Caída hasta el suceso del Gólgota. La Caída supuso el descenso del hombre a la materia. El mundo de los sentidos fue cobrando fuerza y el mundo espiritual fue desapareciendo de la escena humana . El descenso se iba produciendo de una manera gradual hasta que el mundo espiritual desapareció por completo de la escena del hombre, solamente unos pocos avanzados se mantuvieron en contacto con dicho mundo. Si el descenso hubiera seguido produciéndose, el hombre habría perdido todo contacto con la Divinidad, se habría separado de sus semejantes, convirtiéndose en un ser completamente egoísta. La consecuencia hubiera sido la desesperación, el odio y la enfermedad. Habría quedado completamente rezagado y muy probablemente tendría que haber esperado hasta un próximo Periodo de Manifestación del Ser Supremo. Para contrarrestar esta influencia, apareció Cristo en la época adecuada, aquélla en la que el hombre había descendido al punto más bajo del mundo material.


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