Los manuscritos descubiertos en Nag Hammadi
La historia del descubrimiento no está exenta de leyenda, como todo lo que rodea a los grandes hallazgos de la Humanidad. Muhammad Ali al-Samman y sus hermanos (según contó él mismo 30 años después), antes de vengar la muerte de su padre, ensillaron sus camellos para ir a por tierra para fertilizar sus cultivos. Mientras cavaban cerca de un gran peñasco toparon con una vasija o jarra de barro de cerca de 1 metro de alto. Iba a romperla cuando pensó que tal vez la vasija contuviera en su interior un espíritu maligno, y le entró miedo. Pero, al final, la idea de que pudiera contener oro fue ganando terreno y, cogiendo su azadón, hizo pedazos la jarra, descubriendo que en su interior no habitaba ningún espíritu maligno, sino que había trece papiros encuadernados en cuero.
Muhammad Ali al-Samman y sus hermanos no dieron mucha importancia a este descubrimiento, aunque sí pensaron que podrían sacar algún beneficio por ellos. Cuando regresaron a casa, dejaron los libros en el suelo, cerca del horno, donde algunas hojas sirvieron para avivar el fuego, según reconoció la propia madre de Muhammad Ali-Samman.
Poco tiempo después, Muhammad Ali al-Samman y sus hermanos vengaron la muerte de su padre. Y temiendo que la policía pudiera registrar su casa y dar con los manuscritos, Muhammad Ali al-Samman pidió al sacerdote al-Qummus Basilyus Abd al-Masih que hiciera el favor de guardarle los textos. Éste accedió y, en los días siguientes, mientras Muhammad Ali al-Samman y sus hermanos eran investigados por la policía, enseñó uno de los libros a un tal Raghib, profesor de historia de la localidad, el cual se dio cuenta de que podía estar ante textos de mucho valor. Le pidió un libro al sacerdote y solicitó a un amigo de El Cairo que lo tasara. Después los compró por once libras egipcias.
No se sabe muy bien cómo los manuscritos fueron a parar al mercado negro y vendidos a través de comerciantes de antigüedades. Más tarde, los funcionarios del gobierno egipcio se dieron cuenta y compraron un manuscrito y confiscaron diez libros y la mitad de otro de los trece existentes. Estos libros, denominados códice, según el nombre científico dado a todo conjunto de hojas plegadas y cosidas juntas, se depositaron en el Museo Copto de El Cairo frenando su diseminación y fuga fuera de las fronteras de Egipto. Pero gran parte de uno de los códices, con cinco textos históricamente valiosos, desapareció y fue sacado del país de forma clandestina y puesto a la venta en América.
El profesor Quispel, historiador de la religión en Utrecht, en los Países Bajos, tuvo conocimiento de este códice y pidió a la Fundación Jung de Zurich que lo comprase. Cuando lo tuvo en su poder, descubrió que le faltaban algunas páginas. Y en la primavera de 1955 emprendió rumbo a Egipto con la intención de hallarlas en el Museo Copto. Una vez allí solicitó el préstamo de fotografías de algunos textos para descifrarlas. Tras un examen atento y minucioso se dio cuenta de que se hallaba ante textos de un valor histórico incalculable, pues al descifrar la primera línea, quedó sobrecogido, allí pudo leer lo siguiente: "Estos son los dichos secretos que pronunció Jesús el Viviente y que el mellizo Judas Tomás puso por escrito”. Este texto le planteaba nuevas dudas acerca de sus estudios anteriores sobre un Evangelio de Tomás: ¿Tenía Jesús un hermano gemelo, según s
e podía entresacar de este texto? ¿El texto era una crónica auténtica de las palabras de Jesús? Quispel tenía en sus manos un evangelio de Tomas. Descubrió que muchos de los dichos de este evangelio eran conocidos gracias al Nuevo Testamento, pero que, según pudo darse cuenta más tarde, la interpretación que se les podía dar era completamente diferente, pues este evangelio se denominaba secreto. Se apartaba de la interpretación que pudieran dar las religiones. Pues aunque muchos de los dichos de este evangelio ya se conocían a través del Nuevo Testamento, sin embargo, la interpretación que se les podía dar era completamente diferente.
Lo que había llegado a las manos de Quispel, El Evangelio de Tomás, era sólo uno de los 52 textos que se habían descubierto en Nag Hammadi. Estos textos se componen de escritos religiosos y herméticos, obras de sentencias morales, escritos apócrifos y una reescritura de la República de Platón.
De entre todos los escritos encontrados en Nag Hammadi, probablemente los más importantes sean los que hemos elegido para esta edición: El Evangelio de Tomás, El Evangelio de Felipe, El Libro Secreto de Santiago, El Libro de Tomás, El Libro Secreto de Juan, y El Evangelio de la Verdad.
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