LA IGNORANCIA Y EL MIEDO EN LA CRISIS DEL ÉBOLA
Sólo
hay un bien: el conocimiento. Sólo hay un mal: la ignorancia (Sócrates).
El
ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona
(Aristóteles).
La
ignorancia es la madre de todos los crímenes (H.
de Balzac).
En
el amor no hay temor; mas el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor
conlleva castigo. Y el que teme no ha sido perfeccionado en el amor (1Juan 4:18).
A
lo único que le debemos temer es al miedo como tal (Franklin D. Roosevelt).
La ignorancia y el miedo son los peores
enemigos de la Humanidad. Y no cabe duda de que la crisis del ébola está siendo
gestionado por ellos en todos lo sentidos. En España hemos vivido en unos días
escenas dignas de un pueblo de otros tiempos, lejos de la civilización
occidental que debería caracterizarnos; incluso, me atrevería a decir, medievales
o , más atrás aún: antediluvianas. Es por eso que las cosas se han hecho
extremadamente mal desde las estancias altas que velan (o deberían) por nuestra salud.
En primer lugar, cuando se detectó que
Teresa Romero estaba infectaba, lejos de reflexionar, crear un gabinete de
crisis y llamar a los grandes expertos en el tema para hacer un comunicado
inteligente que informara a la población y, particularmente, a los que podían
haber tenido contacto con la auxiliar infectada, de todos los pormenores acerca
de las consecuencias y aislarlos en cuarentena, se procedió a seguir como si
nada y a actuar echando balones fuera, sin coordinación ni cordura ni
inteligencia.
Se culpó a la auxiliar de todos los males
que estaban ocurriéndole tanto a ella como a los que podrían haberse
contaminado por, según ellos, “su incompetencia y sus mentiras”. Y todo esto
por no querer asumir responsabilidades ni decir que algo pudo haberse hecho mal
desde el Ministerio de Sanidad. Algo que ya viene siendo habitual desde las
estancias de poder (sean del partido que sean): “culpo a la víctima y me quito
el “muerto” de encima”, se dicen a sí mismos.
Ya ocurrió con el maquinista del tren accidentado en Galicia y con otros
accidentes en España. Se busca un cabeza de turco y se dejan de asumir
responsabilidades.
Pero, en este caso, la ignorancia, el
miedo y el desamor han ido demasiado lejos: culpan a una auxiliar de enfermería
cuyo único error (si cabe) ha sido presentarse como voluntaria para atender a
un enfermo de ébola. Algo que debería premiarse y aplaudirse por el riesgo y la
valentía de enfrentarse a algo desconocido. A mí solo me cabe una
interpretación y una forma de llamarlo: el amor por su profesión y el deseo de
curar a los enfermos.
La no información del Gobierno fue
cubierta con una información pésima por parte de la prensa española, que alarmó
a la población en demasía, de tal forma, que en muchas partes del extranjero ya
se creían que en España había una pandemia de ébola. Incluso hoy, muchos
españoles y extranjeros tienen miedo de venir a Madrid.
En las redes sociales se propagó la
noticia como la espuma y todo el mundo hablaba de ello. Pero muchos ni siquiera
estaban informados, por lo cual generaron más alarma social.
El Ministerio de Sanidad y la Consejería
de Sanidad, con más miedo aún que la población y con una frialdad que hiela la
sangre, en una actuación sin precedentes en la civilización occidental, tomó
una decisión cruel: ejecutar a Escalibur, el pobre perro de Teresa Romero y
Javier Limón (su marido). Y, a pesar del clamor mundial por los amigos de los
animales (que llegaron a crear un hashtag
en las redes sociales llamado #SalvemosaExcalibur) y el propio Antonio Limón
pidiendo que no se ejecutara a Excalibur, ellos hicieron caso omiso y llevaron
la ejecución a cabo en un tiempo record. Había que buscar una víctima real y
ellos pensaron que si ejecutaban al perro la gente les aplaudiría. Pero no solo
no les aplaudió, sino que los llamó asesinos, aunque ellos mismos se encargaron
de que la mitad más o menos de la población estuvieran de acuerdo con su
actuación y la aplaudiera. Un aplauso, sin duda, producido por el miedo y la
ignorancia. El miedo a contagiarse y la ignorancia producida por una información
oficial incorrecta sobre la forma de contagio de este virus.
Una vez más, desde las altas estancias,
no se actuó con inteligencia, sino con ignorancia y miedo y estos se propagaron
a la sociedad. Ignorancia porque, según se sabe, hasta el día de hoy ningún
perro ha sido afectado de ébola en los cuarenta años que lleva este virus
pululando por el mundo, y, además, con una simple cuarentena se habría podido
saber si estaba o no contagiado. Luego fue una cruel ejecución que, además,
provocó un miedo innecesario en la población que enfrentó en las redes sociales
y en todos foros a los partidarios de la ejecución con los que no la veían
necesaria.
Se volvió otra vez, por parte de los
partidarios de la ejecución del perro, al viejo tópico de que los amantes de
los animales aman más a los animales que a las personas. Tópicos que no se
sostienen de ninguna de las maneras, ya que el que ama a un animal no puede
dejar de amar a una persona. Precisamente, para amar a los animales se necesita
una sensibilidad especial que da la convivencia con ellos desde el respeto y el
cariño por ambas partes. El amor hacia ellos acentúa el amor hacia todos los
seres vivos. Basten las citas siguientes de personas reconocidas mundialmente
para ilustrarlo:
“Hasta
que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma estará dormida” (Anatole France).
“Un
país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus
animales” (Mahatma Gandhi).
Un perro, para quien ha tenido la
experiencia, es como uno más en la familia y, para Teresa Romero y Javier
Limón, debía significar algo más, ya que, según ha trascendido, no tenían
hijos. Por lo cual, me imagino por lo que Javier Limón tiene que estar pasando
y, si sobrevive Teresa Romero(¡Olaja que así sea!), el dolor que añadirá a su
ya dolor y sufrimiento por su enfermedad será tremendo. Todo por un miedo
injustificado y por una decisión cruel tomada desde la precipitación y la
ignorancia de aquellos que deberían protegernos (a nosotros y a nuestros seres
queridos).
Sinceramente, no nos merecemos este tipo
de gobernantes (y no estoy hablando de partidos, ni de derecha ni de izquierda,
ni de centro ni de lado, ni de arriba ni de abajo... Los gobernantes han de
saber serlo con MAYÚSCULAS, han de saber tomar las decisiones desde el
conocimiento y el amor, nunca desde el miedo y la ignorancia.
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