LA CREACIÓN
La lógica de nuestro razonamiento nos enseña que toda obra física parte de una idea, un pensamiento; es decir, para que algo llegue a ser una realidad material en el mundo físico, primero debe haber sido pensado. Si yo quiero construir una casa, trazo un plan, imagino cómo quiero que sea: en que lugar la edificaré, cuantas habitaciones tendrá, de que color la pintaré...
Todo, absolutamente todo, antes de llegar a la existencia física, ha de ser pensado por alguien, debe seguir un plan, un orden. Este detalle, sencillamente lógico, escapa a la conciencia de muchos, que piensan que el mundo material con todo su esplendor mineral, vegetal, animal y humano, obedece al azar, a una casualidad cósmica. Sin embargo, frente a éstos -o al lado de éstos- están quienes afirman que el mundo físico y todo lo que está dentro de él se debe a un Plan Divino que primero ha estado en la mente de una Deidad.
Hoy en día, esta idea y la investigación teosófica sobre ella está bastante desarrollada, aunque desde los tiempos más remotos las religiones nos han transmitido exactamente lo mismo; teniendo en cuenta, claro está, la evolución y perspectiva histórica de los individuos que las componen; esto es, "la Creación obedece a la idea y sacrificio de la Divinidad, y su semilla evoluciona desde la inconsciencia hasta la omnisciencia".
¿Cómo veía cada religión esta Creación?, o mejor dicho: ¿cómo se las apañaron los fundadores de dichas religiones para hacer entender a sus seguidores la complejidad de la Creación?
Desde nuestra forma de pensar, nos es muy difícil entender la mentalidad primitiva; pero haciendo un esfuerzo, analizando a los más salvajes que aún conviven en el mundo con nosotros y la forma que tienen de comportarse, o incluso apelando a esa parte salvaje que todos llevamos en nuestro interior, podemos hacer un esfuerzo por entenderlos. Si hoy en día nos es imposible hablarle a un salvaje de altruismo, amor al prójimo, bondad, sacrificio y hermandad, en aquellos tiempos debía ocurrir, como poco, lo mismo. Para un salvaje u hombre primitivo con mentalidad muy por debajo de la media, los valores más importantes son la fuerza y el poder. El egoísmo es su tendencia natural. Por tanto, hablarle de un Dios "débil", un Dios que se sacrifica por él, un Dios que crea el mundo por amor es más bien una tontería. Él no podría entenderlo, pensaría que tal Dios es flojo y, por tanto, chocaría frontalmente con la idea que tiene de Dios. A semejante persona habría que hablarle de un dios fuerte, un dios que lucha y vence, un dios que ordena el caos, los elementos y crea el mundo a su antojo como una acto de arrogancia y de poder. Un dios, en definitiva, que se pareciera a él.
Los fundadores de religiones, o seres más avanzados que el resto y que eran iniciados, tenían que idear la forma de explicar la Creación a los demás de manera que entendiesen, a su manera, cómo había venido el Universo y la Vida a la existencia. Más tarde de dichas historias surgieron mitos, que no por grotescas y horroroso a nuestros ojos han dejado de representar simbólicamente lo que hoy se explica de una forma más racional y coherente por todas las escuelas esotéricas, aunque dicha explicación es locura para algunos hombres de ciencia.
Una de esas formas de explicar la Creación a nuestros antepasados (quizá la más popular) es la narración del Génesis, atribuida al profeta Moisés, aunque muchos historiadores modernos creen que hay varias narraciones en el Génesis que, anteriormente independientes, se unieron más tarde en una. Sólo así -dicen ellos- se explicaría las distintas formas de llamar al Creador: una veces Dios y otras Jehová Dios. Máx Heindel, sin embargo, sostiene que cuando el narrador bíblico habla de Jehová se refiere a un Elohim, el Guía de los Ángeles, que fueron la Humanidad del Periodo Lunar, cuyo trabajo está relacionado con lo que se describe en esta parte de la Bíblia. Por tanto, a diferencia de los historiadores, Dios, o más concretamente Elohim (palabra que se traduce por algo así como Él Los Dioses) es una Divinidad, y Jehová Dios otra distinta.
Sea Moisés o no el narrador bíblico, lo que sí está claro a los ojos de la investigación espiritual clarividente es que se trataba de una persona iniciada que no escribió por escribir, sino que tuvo mucho cuidado en transmitir a su tiempo y a la posteridad un relato que hablase a todos los corazones y a todos los niveles evolutivos del alma. El vidente del Génesis (o Moisés) habló, como hablan todos los iniciados: desde la condición de testigo de lo que está escrito en la "Memoria de la Naturaleza", más conocida como los "Archivos Akáshicos", donde se registra toda la memoria cósmica. O sea, cualquier cosa que ocurra en cualquier lugar del Universo queda registrada en estos archivos, donde más tarde puede ser consultada por quien haya alcanzado la clarividencia.
Sin embargo, la explicación de la Creación que se da en el Génesis no hay que interpretarla literalmente, como algunos quieren hacernos creer. De hecho la palabra "día" no puede referirse al día de 24 horas que nosotros conocemos, pues según el mismo Génesis nos cuenta, el día tal como nosotros lo interpretamos no apareció hasta el 4º día de la creación, que es cuando aparecen las dos luminarias: Sol y Luna. Y tampoco hemos de hacer caso a aquellos que dicen que el narrador o narradores bíblicos se contradecían debido a la poco preparación intelectual que tenían. Si miramos con respeto, y sin la sorna de los que creen saberlo todo, al vidente del Génesis, nos damos cuenta enseguida de que quiso transmitir otra cosa. La interpretación correcta nos la ofrece el clarividente Rudolf Steiner cuando equipara "día" a una entidad jerárquica que obraba en ese periodo, o durante ese tiempo:
"Un Eón es un ente de sustancialidad viviente, y lo propio vale para lo que se significa con la palabra hebrea "yom"* : no se trata de una mera determinación abstracta de tiempo, sino de una entidad sustancial, y toda referencia a siete de esos "yamin"** que se suceden, alude a 7 inteligencias o, podríamos decir, conjuntos de entidades en relevo progresivo. Una correspondencia como esta, se halla implícita también en otra pareja de palabras afines: el parentesco entre "Deus y dies", Dios y día, en lenguas arias".
"Génesis"
Rudolf Steiner
La explicación de la Creación que nos ofrece el vidente del Génesis, se aleja mucho de la interpretación literal; y mucho más si la aplicamos a nuestros días. Si, como acabamos de ver, lo que quiso decir el narrador bíblico con la palabra "día" no se parece, ni por asomo, a lo que hoy entendemos por dicha palabra, obviamente todo lo demás merece una revisión desde el punto de vista de la investigación espiritual.
La explicación de la Creación que los investigadores espirituales nos han transmitido es como sigue:
El creador de nuestro Sistema Solar habita el Séptimo Plano Cósmico. Más allá están los restantes Planos Cósmicos hasta llegar al primero, que es donde habita el Ser Supremo. Por lo tanto, entre nuestro Creador y el Ser Supremo hay una diferencia en grados de conocimiento. La misma, por poner un ejemplo, que existe entre nosotros y nuestro Creador.
Cuando el Ser Supremo despierta toda la vida que habita en su seno asiste al gran Periodo de Manifestación; y cuando se duerme, a la Gran Noche Cósmica. Este Ser Supremo no tiene principio ni tendrá fin, es el que crea y organiza los distintos Sistemas Solares, entre los cuales se encuentra el nuestro, que es donde actúa nuestro Dios: el Séptimo Plano Cósmico. Por encima de este Plano se encuentran, como hemos dicho, otros seis, cuyo conocimiento es infinitamente superior al nuestro.
Dentro ya de nuestro Plano, es cuando podemos hablar de la Creación. Cuando Dios se dispuso a iniciar su Creación, ideó un Plan y buscó un espacio. El espacio lo encontró en el Zodiaco, en el cual habitaban seres que son conocidos con el mismo nombre que el de los Signos del Zodiaco: Aries, Tauro, Géminis, ... Etc. Estos seres ya habían estado en un anterior Periodo de Manifestación del Ser Supremo, por lo cual ya habían adquirido poderes creadores. Ellos prestaron su esencia a Dios para que realizara su obra. Y Dios está realizando su obra dentro de 7 Mundos y a través de 7 Periodos Cósmicos. Estos Periodos son como reencarnaciones de nuestra tierra actual. Los nombres por los que se conocen Periodos y Mundos son diferentes según los distintos investigadores. Citaremos la terminología que emplea Max Heindel.
MUNDOS
1º) Mundo de Dios
2º) Mundo de los Espíritus Virginales
3º) Mundo del Espíritu Divino
4º) Mundo del Espíritu de Vida
5º) Mundo del Pensamiento
6º) Mundo del Deseo
7º) Mundo Físico
PERIODOS CÓSMICOS
1º) Periodo de Saturno
2º) Periodo Solar
3º) Periodo Lunar
4º) Periodo Terrestre
5º) Periodo de Júpiter
6º) Periodo de Venus
7º) Periodo de Vulcano
De una manera breve* resumiremos cómo el hombre apareció en el Periodo de Saturno hasta llegar al Periodo Terrestre, que es donde nos encontramos actualmente.
Por delante de nosotros están el Periodo de Júpiter, Venus y Vulcano.
Hay que aclarar que estos nombres no tienen nada que ver con los planetas que conocemos y que forman parte de nuestro Sistema Solar
Nuestra evolución se inició en el Periodo de Saturno. Los Espíritus Virginales (o sea, nosotros) que debían desarrollar conciencia fueron puestos en ese Globo, o mejor dicho: todo el Globo estaba compuesto de Espíritus Virginales. Fuera del Globo, en su atmósfera, por decirlo de algún modo, estaban las Jerarquías Creadoras. De entre éstas las conocidas con el nombre de "Señores de la Llama" o "Señores de la Voluntad" (Tronos en la religión católica) implantaron en la vida evolucionante el germen del cuerpo físico. Nuestro estado de conciencia era semejante al del mineral actual (trance profundo).
La materia más densa de este Globo estaba formada por materia del Mundo del Pensamiento.
Nosotros, en nuestra actual condición, no podríamos penetrar en ese Globo para ver lo que allí ocurría; pero suponiendo que lo hiciésemos, nuestra sensación habría sido de oscuridad y calor. Cuando nos aproximamos a algún fuego y a algo que desprende calor sentimos una sensación interna. Esta sensación es la que más se asemeja a lo que era el Periodo de Saturno.
Al terminar el Periodo de Saturno el Globo se desintegró, y la vida evolucionante, después de un tiempo de reposo, semejante al que va de la noche a la mañana en nuestro actual estado de conciencia, o también al que va de la muerte hasta el nuevo nacimiento, apareció en un Nuevo Globo denominado Periodo Solar.
Cada Periodo consta de 7 Globos o y cada Globo de siete Revoluciones o Ciclos. De tal forma que al agotar la 7ª Revolución del 7º Globo se inicia un tiempo de reposo como el que acabamos de describir. Después toda la vida evolucionante aparece en el primer Globo y primera Revolución del siguiente Periodo Cósmico.
Una vez terminado el Periodo de Saturno, como hemos dicho, la Humanidad apareció entonces en el Periodo Solar. Aquí los "Señores de la Sabiduría (Dominaciones en la terminología católica) implantaron, al cuerpo físico, el cuerpo vital; y el cuerpo físico se perfeccionó un poquito más.
Los 7 Globos del Periodo Solar eran como "Esferas Luminosas", de gran brillo y de consistencia análoga a la de los gases. Las Jerarquías Creadoras también actuaban desde su atmósfera. Se alcanzó un estado de conciencia semejante a la de "sueño sin ensueños", conciencia parecida a la de los vegetales actuales. Hablamos, por supuesto de la oleada de vida humana, ya que con nosotros evolucionan otras oleadas de vida cuyo estado de conciencia difiere de la nuestra.
Cuando terminó el Periodo Solar, después del correspondiente estado de reposo, apareció el Periodo Lunar. El hombre era entonces un ser constituido por un cuerpo físico y un cuerpo etérico. El cuerpo físico le había sido implantado en el Periodo de Saturno y había recibido un perfeccionamiento en el Periodo Solar. El cuerpo etérico lo fue en el Periodo Solar y recibiría su primer toque de perfección en el Periodo Lunar (el físico recibiría el segundo). Pero lo importante de este Periodo es que los "Señores de la Individualidad" o "Señores del Movimiento" (Virtudes en la religión católica) ayudaron al antepasado del hombre actual a construir su cuerpo de deseos y a incorporarlo en sus vehículos físico y etérico que ya poseía.
El estado de conciencia del hombre durante el Periodo lunar llegó a ser semejante a la de "sueño con ensueños". La característica principal de esta época era la "Humedad".
El cuerpo astral (o de deseos) es la parte de nosotros que abandona el cuerpo físico y etérico durante el sueño y tiene experiencias extracorporales. También este cuerpo nos dota de deseos y sentimientos que no serían posibles si solamente tuviésemos un cuerpo físico y un cuerpo etérico.
Al terminar este Periodo hubo un nuevo estado de reposo en el que la vida evolucionante pasó a una especie de noche y, entonces, se inició nuestro actual Periodo Terrestre.
Al comenzar esta nueva fase evolutiva, el ser humano tenía un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral; pero la forma que presentaba era semejante a una nube de vapor.
Este antepasado del hombre actual inicia su andadura en el Periodo Terrestre a través de diversas recapitulaciones de los Periodos anteriores hasta el Ciclo en que comienzan los trabajos propios de este Periodo. Los nombres por los que son conocidos estos Ciclos son: Ciclo Polar, Ciclo de la Hiperbórea, Ciclo de Lemuria, Ciclo Atlante y Ciclo Ario o Post-Atlante, en el que aún nos encontramos. Por delante de nosotros todavía hay que contar con otros dos más.
En el Ciclo Polar el hombre recapituló los trabajos o estado de conciencia alcanzado en el Periodo de Saturno. El cuerpo físico llegó a su cuarto grado de perfección.
En el Ciclo de la Hiperbórea le tocó recapitular lo alcanzado en el Periodo Solar, y se agregó el cuerpo vital o etérico, el cual alcanzó su tercer grado de perfección.
En el Ciclo de la Lemuria recapituló el Periodo Lunar, y se agregó el cuerpo de deseos, cuya perfección alcanzó el tercer grado. Aquí fue donde ocurrió lo que el Génesis denomina "la caída terrenal", a lo que dedicaremos el siguiente capítulo.
En el Ciclo Atlante el hombre recibió un nuevo cuerpo: el cuerpo mental. Este cuerpo le fue implantado para que, a través de él, su Espíritu se hiciese poco a poco con el dominio de sus vehículos inferiores. Pero al principio era muy débil y estaba poco organizado, por lo que se alió con el cuerpo de deseos, obteniendo como resultado la astucia, causa de todas las calamidades que ocurrieron durante la última parte de este Ciclo. Esta serie de catástrofes provocadas por los atlantes acabó en el Diluvio Universal, acontecimiento que nos relata la Biblia.
La lógica de nuestro razonamiento nos enseña que toda obra física parte de una idea, un pensamiento; es decir, para que algo llegue a ser una realidad material en el mundo físico, primero debe haber sido pensado. Si yo quiero construir una casa, trazo un plan, imagino cómo quiero que sea: en que lugar la edificaré, cuantas habitaciones tendrá, de que color la pintaré...
Todo, absolutamente todo, antes de llegar a la existencia física, ha de ser pensado por alguien, debe seguir un plan, un orden. Este detalle, sencillamente lógico, escapa a la conciencia de muchos, que piensan que el mundo material con todo su esplendor mineral, vegetal, animal y humano, obedece al azar, a una casualidad cósmica. Sin embargo, frente a éstos -o al lado de éstos- están quienes afirman que el mundo físico y todo lo que está dentro de él se debe a un Plan Divino que primero ha estado en la mente de una Deidad.
Hoy en día, esta idea y la investigación teosófica sobre ella está bastante desarrollada, aunque desde los tiempos más remotos las religiones nos han transmitido exactamente lo mismo; teniendo en cuenta, claro está, la evolución y perspectiva histórica de los individuos que las componen; esto es, "la Creación obedece a la idea y sacrificio de la Divinidad, y su semilla evoluciona desde la inconsciencia hasta la omnisciencia".
¿Cómo veía cada religión esta Creación?, o mejor dicho: ¿cómo se las apañaron los fundadores de dichas religiones para hacer entender a sus seguidores la complejidad de la Creación?
Desde nuestra forma de pensar, nos es muy difícil entender la mentalidad primitiva; pero haciendo un esfuerzo, analizando a los más salvajes que aún conviven en el mundo con nosotros y la forma que tienen de comportarse, o incluso apelando a esa parte salvaje que todos llevamos en nuestro interior, podemos hacer un esfuerzo por entenderlos. Si hoy en día nos es imposible hablarle a un salvaje de altruismo, amor al prójimo, bondad, sacrificio y hermandad, en aquellos tiempos debía ocurrir, como poco, lo mismo. Para un salvaje u hombre primitivo con mentalidad muy por debajo de la media, los valores más importantes son la fuerza y el poder. El egoísmo es su tendencia natural. Por tanto, hablarle de un Dios "débil", un Dios que se sacrifica por él, un Dios que crea el mundo por amor es más bien una tontería. Él no podría entenderlo, pensaría que tal Dios es flojo y, por tanto, chocaría frontalmente con la idea que tiene de Dios. A semejante persona habría que hablarle de un dios fuerte, un dios que lucha y vence, un dios que ordena el caos, los elementos y crea el mundo a su antojo como una acto de arrogancia y de poder. Un dios, en definitiva, que se pareciera a él.
Los fundadores de religiones, o seres más avanzados que el resto y que eran iniciados, tenían que idear la forma de explicar la Creación a los demás de manera que entendiesen, a su manera, cómo había venido el Universo y la Vida a la existencia. Más tarde de dichas historias surgieron mitos, que no por grotescas y horroroso a nuestros ojos han dejado de representar simbólicamente lo que hoy se explica de una forma más racional y coherente por todas las escuelas esotéricas, aunque dicha explicación es locura para algunos hombres de ciencia.
Una de esas formas de explicar la Creación a nuestros antepasados (quizá la más popular) es la narración del Génesis, atribuida al profeta Moisés, aunque muchos historiadores modernos creen que hay varias narraciones en el Génesis que, anteriormente independientes, se unieron más tarde en una. Sólo así -dicen ellos- se explicaría las distintas formas de llamar al Creador: una veces Dios y otras Jehová Dios. Máx Heindel, sin embargo, sostiene que cuando el narrador bíblico habla de Jehová se refiere a un Elohim, el Guía de los Ángeles, que fueron la Humanidad del Periodo Lunar, cuyo trabajo está relacionado con lo que se describe en esta parte de la Bíblia. Por tanto, a diferencia de los historiadores, Dios, o más concretamente Elohim (palabra que se traduce por algo así como Él Los Dioses) es una Divinidad, y Jehová Dios otra distinta.
Sea Moisés o no el narrador bíblico, lo que sí está claro a los ojos de la investigación espiritual clarividente es que se trataba de una persona iniciada que no escribió por escribir, sino que tuvo mucho cuidado en transmitir a su tiempo y a la posteridad un relato que hablase a todos los corazones y a todos los niveles evolutivos del alma. El vidente del Génesis (o Moisés) habló, como hablan todos los iniciados: desde la condición de testigo de lo que está escrito en la "Memoria de la Naturaleza", más conocida como los "Archivos Akáshicos", donde se registra toda la memoria cósmica. O sea, cualquier cosa que ocurra en cualquier lugar del Universo queda registrada en estos archivos, donde más tarde puede ser consultada por quien haya alcanzado la clarividencia.
Sin embargo, la explicación de la Creación que se da en el Génesis no hay que interpretarla literalmente, como algunos quieren hacernos creer. De hecho la palabra "día" no puede referirse al día de 24 horas que nosotros conocemos, pues según el mismo Génesis nos cuenta, el día tal como nosotros lo interpretamos no apareció hasta el 4º día de la creación, que es cuando aparecen las dos luminarias: Sol y Luna. Y tampoco hemos de hacer caso a aquellos que dicen que el narrador o narradores bíblicos se contradecían debido a la poco preparación intelectual que tenían. Si miramos con respeto, y sin la sorna de los que creen saberlo todo, al vidente del Génesis, nos damos cuenta enseguida de que quiso transmitir otra cosa. La interpretación correcta nos la ofrece el clarividente Rudolf Steiner cuando equipara "día" a una entidad jerárquica que obraba en ese periodo, o durante ese tiempo:
"Un Eón es un ente de sustancialidad viviente, y lo propio vale para lo que se significa con la palabra hebrea "yom"* : no se trata de una mera determinación abstracta de tiempo, sino de una entidad sustancial, y toda referencia a siete de esos "yamin"** que se suceden, alude a 7 inteligencias o, podríamos decir, conjuntos de entidades en relevo progresivo. Una correspondencia como esta, se halla implícita también en otra pareja de palabras afines: el parentesco entre "Deus y dies", Dios y día, en lenguas arias".
"Génesis"
Rudolf Steiner
La explicación de la Creación que nos ofrece el vidente del Génesis, se aleja mucho de la interpretación literal; y mucho más si la aplicamos a nuestros días. Si, como acabamos de ver, lo que quiso decir el narrador bíblico con la palabra "día" no se parece, ni por asomo, a lo que hoy entendemos por dicha palabra, obviamente todo lo demás merece una revisión desde el punto de vista de la investigación espiritual.
La explicación de la Creación que los investigadores espirituales nos han transmitido es como sigue:
El creador de nuestro Sistema Solar habita el Séptimo Plano Cósmico. Más allá están los restantes Planos Cósmicos hasta llegar al primero, que es donde habita el Ser Supremo. Por lo tanto, entre nuestro Creador y el Ser Supremo hay una diferencia en grados de conocimiento. La misma, por poner un ejemplo, que existe entre nosotros y nuestro Creador.
Cuando el Ser Supremo despierta toda la vida que habita en su seno asiste al gran Periodo de Manifestación; y cuando se duerme, a la Gran Noche Cósmica. Este Ser Supremo no tiene principio ni tendrá fin, es el que crea y organiza los distintos Sistemas Solares, entre los cuales se encuentra el nuestro, que es donde actúa nuestro Dios: el Séptimo Plano Cósmico. Por encima de este Plano se encuentran, como hemos dicho, otros seis, cuyo conocimiento es infinitamente superior al nuestro.
Dentro ya de nuestro Plano, es cuando podemos hablar de la Creación. Cuando Dios se dispuso a iniciar su Creación, ideó un Plan y buscó un espacio. El espacio lo encontró en el Zodiaco, en el cual habitaban seres que son conocidos con el mismo nombre que el de los Signos del Zodiaco: Aries, Tauro, Géminis, ... Etc. Estos seres ya habían estado en un anterior Periodo de Manifestación del Ser Supremo, por lo cual ya habían adquirido poderes creadores. Ellos prestaron su esencia a Dios para que realizara su obra. Y Dios está realizando su obra dentro de 7 Mundos y a través de 7 Periodos Cósmicos. Estos Periodos son como reencarnaciones de nuestra tierra actual. Los nombres por los que se conocen Periodos y Mundos son diferentes según los distintos investigadores. Citaremos la terminología que emplea Max Heindel.
MUNDOS
1º) Mundo de Dios
2º) Mundo de los Espíritus Virginales
3º) Mundo del Espíritu Divino
4º) Mundo del Espíritu de Vida
5º) Mundo del Pensamiento
6º) Mundo del Deseo
7º) Mundo Físico
PERIODOS CÓSMICOS
1º) Periodo de Saturno
2º) Periodo Solar
3º) Periodo Lunar
4º) Periodo Terrestre
5º) Periodo de Júpiter
6º) Periodo de Venus
7º) Periodo de Vulcano
De una manera breve* resumiremos cómo el hombre apareció en el Periodo de Saturno hasta llegar al Periodo Terrestre, que es donde nos encontramos actualmente.
Por delante de nosotros están el Periodo de Júpiter, Venus y Vulcano.
Hay que aclarar que estos nombres no tienen nada que ver con los planetas que conocemos y que forman parte de nuestro Sistema Solar
Nuestra evolución se inició en el Periodo de Saturno. Los Espíritus Virginales (o sea, nosotros) que debían desarrollar conciencia fueron puestos en ese Globo, o mejor dicho: todo el Globo estaba compuesto de Espíritus Virginales. Fuera del Globo, en su atmósfera, por decirlo de algún modo, estaban las Jerarquías Creadoras. De entre éstas las conocidas con el nombre de "Señores de la Llama" o "Señores de la Voluntad" (Tronos en la religión católica) implantaron en la vida evolucionante el germen del cuerpo físico. Nuestro estado de conciencia era semejante al del mineral actual (trance profundo).
La materia más densa de este Globo estaba formada por materia del Mundo del Pensamiento.
Nosotros, en nuestra actual condición, no podríamos penetrar en ese Globo para ver lo que allí ocurría; pero suponiendo que lo hiciésemos, nuestra sensación habría sido de oscuridad y calor. Cuando nos aproximamos a algún fuego y a algo que desprende calor sentimos una sensación interna. Esta sensación es la que más se asemeja a lo que era el Periodo de Saturno.
Al terminar el Periodo de Saturno el Globo se desintegró, y la vida evolucionante, después de un tiempo de reposo, semejante al que va de la noche a la mañana en nuestro actual estado de conciencia, o también al que va de la muerte hasta el nuevo nacimiento, apareció en un Nuevo Globo denominado Periodo Solar.
Cada Periodo consta de 7 Globos o y cada Globo de siete Revoluciones o Ciclos. De tal forma que al agotar la 7ª Revolución del 7º Globo se inicia un tiempo de reposo como el que acabamos de describir. Después toda la vida evolucionante aparece en el primer Globo y primera Revolución del siguiente Periodo Cósmico.
Una vez terminado el Periodo de Saturno, como hemos dicho, la Humanidad apareció entonces en el Periodo Solar. Aquí los "Señores de la Sabiduría (Dominaciones en la terminología católica) implantaron, al cuerpo físico, el cuerpo vital; y el cuerpo físico se perfeccionó un poquito más.
Los 7 Globos del Periodo Solar eran como "Esferas Luminosas", de gran brillo y de consistencia análoga a la de los gases. Las Jerarquías Creadoras también actuaban desde su atmósfera. Se alcanzó un estado de conciencia semejante a la de "sueño sin ensueños", conciencia parecida a la de los vegetales actuales. Hablamos, por supuesto de la oleada de vida humana, ya que con nosotros evolucionan otras oleadas de vida cuyo estado de conciencia difiere de la nuestra.
Cuando terminó el Periodo Solar, después del correspondiente estado de reposo, apareció el Periodo Lunar. El hombre era entonces un ser constituido por un cuerpo físico y un cuerpo etérico. El cuerpo físico le había sido implantado en el Periodo de Saturno y había recibido un perfeccionamiento en el Periodo Solar. El cuerpo etérico lo fue en el Periodo Solar y recibiría su primer toque de perfección en el Periodo Lunar (el físico recibiría el segundo). Pero lo importante de este Periodo es que los "Señores de la Individualidad" o "Señores del Movimiento" (Virtudes en la religión católica) ayudaron al antepasado del hombre actual a construir su cuerpo de deseos y a incorporarlo en sus vehículos físico y etérico que ya poseía.
El estado de conciencia del hombre durante el Periodo lunar llegó a ser semejante a la de "sueño con ensueños". La característica principal de esta época era la "Humedad".
El cuerpo astral (o de deseos) es la parte de nosotros que abandona el cuerpo físico y etérico durante el sueño y tiene experiencias extracorporales. También este cuerpo nos dota de deseos y sentimientos que no serían posibles si solamente tuviésemos un cuerpo físico y un cuerpo etérico.
Al terminar este Periodo hubo un nuevo estado de reposo en el que la vida evolucionante pasó a una especie de noche y, entonces, se inició nuestro actual Periodo Terrestre.
Al comenzar esta nueva fase evolutiva, el ser humano tenía un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un cuerpo astral; pero la forma que presentaba era semejante a una nube de vapor.
Este antepasado del hombre actual inicia su andadura en el Periodo Terrestre a través de diversas recapitulaciones de los Periodos anteriores hasta el Ciclo en que comienzan los trabajos propios de este Periodo. Los nombres por los que son conocidos estos Ciclos son: Ciclo Polar, Ciclo de la Hiperbórea, Ciclo de Lemuria, Ciclo Atlante y Ciclo Ario o Post-Atlante, en el que aún nos encontramos. Por delante de nosotros todavía hay que contar con otros dos más.
En el Ciclo Polar el hombre recapituló los trabajos o estado de conciencia alcanzado en el Periodo de Saturno. El cuerpo físico llegó a su cuarto grado de perfección.
En el Ciclo de la Hiperbórea le tocó recapitular lo alcanzado en el Periodo Solar, y se agregó el cuerpo vital o etérico, el cual alcanzó su tercer grado de perfección.
En el Ciclo de la Lemuria recapituló el Periodo Lunar, y se agregó el cuerpo de deseos, cuya perfección alcanzó el tercer grado. Aquí fue donde ocurrió lo que el Génesis denomina "la caída terrenal", a lo que dedicaremos el siguiente capítulo.
En el Ciclo Atlante el hombre recibió un nuevo cuerpo: el cuerpo mental. Este cuerpo le fue implantado para que, a través de él, su Espíritu se hiciese poco a poco con el dominio de sus vehículos inferiores. Pero al principio era muy débil y estaba poco organizado, por lo que se alió con el cuerpo de deseos, obteniendo como resultado la astucia, causa de todas las calamidades que ocurrieron durante la última parte de este Ciclo. Esta serie de catástrofes provocadas por los atlantes acabó en el Diluvio Universal, acontecimiento que nos relata la Biblia.
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